20070103

Capitulo I

EL ROSTRO Y LA RESPONSABILIDAD

1. EL ROSTRO HABLA (Fernando Escobar)
Texto que pértenece a la segunda parte de mi tesis de grado, favor no utilizar sin mi concentimiento.

Ver a un rostro, ya es escuchar: “No matarás”.
Levinas, Más allá de lo patético.[1]


Hasta ahora nuestro trabajo, en su primera parte, ha dado cuenta de una cierta identidad occidental que encuentra su sentido en lo que hemos llamado donación de silencio.
Esta donación se produce en el advenimiento del extranjero en la lengua de occidente. Pero esta violencia, el silenciamiento, dijimos que se ejerce sobre el mandato del Otro que se revela en el rostro.
Ahora bien, en este apartado será necesario analizar el concepto de rostro y el mandato que este suscita y que interpela a mi responsabilidad.

1.1 EL ROSTRO Y LA FACHADA.
En Totalidad e infinito Levinas expone de manera muy lucida lo que él entiende por rostro. Recordemos que esta es la primera gran obra que Levinas nos entrega, cuyo fin es la búsqueda del sentido de lo ético.
De esta manera Levinas redefine a la metafísica cómo deseo de lo absolutamente Otro, que no es “el otro pan que cómo”[2] , será un movimiento hacia un fuera de sí extranjero[3]. De esta manera comienza a pensar la relación ética, la relación de una mismidad con el Otro que sólo se experiencia. Pero por qué Levinas habla de experiencia ética desechando, de esta manera, el conocimiento ético. En esta interrogante se encuentra la polémica que Levinas mantiene con la tradición filosófica que pretende someter todo, incluso al Otro, en el conocimiento que acaba por dar luz a todo más allá que emerge sin certeza.
Ahora bien, si en totalidad e infinito se parte afirmando que la metafísica es el movimiento hacia lo absolutamente Otro será necesario respetar su otredad, su lejanía inalcanzable y terminar con el conocimiento que sería pura inmanencia. Para esto es necesario que la relación sólo se experiencia, pues al tocar el conocimiento su límite ante el Otro no podemos negar esta alteridad. Por muy incomprensible que el Otro sea no se puede dejar de experienciar su presencia. El Otro está más allá de toda certeza, más allá de toda explicación.
Si hasta el momento Levinas opone la experiencia al conocimiento será porque esta permite trascender la objetividad. Pero ¿puede haber experiencia fuera de todo conocimiento? Al parecer no, pues la experiencia es conciencia de… Al momento en que me enfrento al mundo, de manera co-originaria, tenemos conciencia, y no olvidemos que experiencia y conciencia fundan una certeza. Ahora bien, Levinas trata de reconocer una experiencia radical de lo incompresible radical, es decir, la experiencia ética no puede advenir conocimiento, pues su sentido será el Otro que no puede reducir. Sin embargo, esta irreductibilidad se presenta sin ser poseída, entonces, la cuestión será un cómo relacionarse con el Otro sin poseerlo en el conocimiento, es decir, sin mirarlo. Para esto es necesario centrar la atención en el tópico, si es que podemos hablar de tópicos, que trasciende la obra Levinasiana: el rostro.
Levinas se ve en la necesidad de recurrir al rostro pues es la manera en que él podrá experienciar al Otro en su pureza[4] radical, y cuando digo pureza es para hacer referencia a una presencia que se desmarca de la contemplación y su posibilidad para describir las cualidades de ésta. La relación ética es relación con un rostro desnudo y he aquí como podemos empezar pensar la noción de pureza. El rostro es pureza en cuanto es lo más expuesto en la relación. La cuestión del rostro será una condición de posibilidad de todo encuentro. Si no hay rostro ni fachada estaríamos en relación con nada.
Para entender aún más el concepto de rostro[5] habrá que pensarlo como exposición absoluta de todo Otro, siendo necesario de esta manera entregarse a un análisis que muchas veces toma ribetes estéticos. No puede ser de otra manera, pues toda exposición se mueve dentro de una percepción objetivadora. Al parecer Levinas experiencia el rostro más allá de toda estética, pues, el rostro es desnudez absoluta, lo que quiere decir que no posee ninguna característica, rebasando de esta manera la categoría de lo bello y lo horroroso.
Para entender esto último será necesario dar cuenta de un par de líneas de Totalidad e infinito en donde Levinas hace la distinción entre fachada y rostro. Esta cita puede pasar inadvertida para el lector, pero creo que acá es donde mas claro expone la desnudez de la exposición que utiliza cada vez que admite la revelación del rostro del Otro.
“El arte otorga a las cosas una fachada: Por esto los objetos no son solamente vistos, sino que son objetos que se exhiben.”[6]
Y mas adelante agrega:
“Si lo trascendente contrasta con la sensibilidad, si es apertura por excelencia, si su visión es la visión de la apertura misma del ser, sin embargo contrasta con la visión de formas y no puede hablarse de ella en términos de contemplación, ni en términos de práctica.”[7]
En este apartado recién citado Levinas responde cualquier crítica que se le pueda objetar al respecto de la relación rostro-percepción, pues el rostro en su calidad de exposición está entregado a la contemplación. Sin embargo, el pensador del Otro nos dirá que la percepción se las ve con formas. Entonces habrá que detenerse en esta pues he aquí la distinción que adviene con fuerza entre forma y desnudez.
La forma estará, en primera instancia, referida a la contemplación, siendo este, podríamos decir, su sentido. Pero afirmar esto último es ya reconocer una entrada de lleno en la conciencia, pues la forma remitirá, en su condición de continente entre márgenes, a un conocimiento de quién contempla. De esta manera la forma estará dispuesta a la contemplación, separándose de otras formas en la inmanencia de quién contempla. En este caso la forma está para en (y para) quién se enfrenta a su exposición.
A esto último Levinas se refiere con el concepto de fachada, a los objetos que están dispuestos a nuestro trabajo y a nuestra posesión. Las cosas tienen un rostro-fachada, pues están dispuestos en el mundo para nuestra necesidad, “El acceso a los seres, en la medida en que se refiere a la visión, domina estos seres, ejerce sobre ellos un poder. La cosa es dato, se ofrece a mí. Me mantengo en el Mismo accediendo a ella.”[8]
La fachada será con lo que nos vemos en las relaciones con otro, en las relaciones conscientes, es decir, en cada instante que veo y doy cuenta de quién esta frente a mí. “El arte otorga a las cosas una fachada”[9] ¿Qué mejor manera de prepararnos el camino hacia el rostro que deteniéndonos en el concepto de otorgar?
El arte da la fachada a aquello que no lo tenía, todo otorgar es un poner en donde no hay lo que se otorga, si la arquitectura se preocupa de las fachadas es porque esta se debe en la falta de ella. Es decir, la contemplación esta falta de objeto de mirada ¿No es acaso la arquitectura la primera de las bellas artes?[10] ¿No es acaso el arte el gesto subjetivo por excelencia? ¿No encontrará el conocimiento su sentido en las bellas artes?
Al parecer en estas cuatro líneas, recién citadas, Levinas deja caer todas estas interrogantes en cuanto pretende desmarcarse de ellas. Pero esta distancia está dada en la fachada misma, pues acabamos de afirmar que estas es puesta por el arte, objetivando de esta manera aquella exposición que adviene traumáticamente. La fachada será concepto y máscara.
Entonces, ahora será necesario pensar la falta en donde toda fachada es otorgada, para así entender lo que se ha tratado de dar cuenta hasta ahora, la noción de rostro.
Toda cosa tiene un rostro, todo otro tiene un rostro, pero para entender la experiencia ética es necesario aceptar un rostro que sea antes que toda fachada. El rostro es lo que me mira, Levinas dice que es piel, pues es lo más expuesto a lo exterior y lo mas desnudo. Si la fachada otorga a la percepción un objeto de mirada, el rostro no otorga nada, sólo es revelación en cuanto no se tiene certeza de su llegada, sólo es en otro tiempo que el de la presencia. La desnudez hará referencia a una escabullida de toda percepción, de toda vestimenta, el rostro desnudo de conceptos y despojado de toda conciencia. Cada vez que se habla y se escribe sobre el rostro se estará conceptualizando, instalando así un conocimiento ético. Sin embargo al aceptar una experiencia se admite la desnudez en cuanto un no dar cuenta de…
“La mejor manera de encontrar al Otro es la de ni siquiera darse cuenta del color de sus ojos.”[11]



1.2 EL MANDATO ÉTICO.
Si el rostro rompe con la unidad del concepto, siendo expresión, piel desnuda expuesta, será necesario entonces pensar esta desnudez en su condición de debilidad ante mí.
Todo el pensamiento Levinasiano sitúa al rostro como el lugar de toda violencia y violación de su condición expuesta ¿es que acaso esta exposición permite su propio desgarramiento? Quizás si, pero habrá que detenerse en esta cuestión pues, si la experiencia del Otro se revela debilidad, asumiendo toda violencia, no habría alteridad. Justamente al parecer, la filosofía busca el conocimiento del todo.
Cuando se pretende conocer se hace de este Otro una manifestación de la mismidad que la contempla. La experiencia ética encuentra su sentido en la revelación del rostro antes de toda conciencia, antes de toda donación de silencio.
Ahora bien, si Levinas busca el sentido de lo ético[12] será porque en su filosofía existe una especie de inquietud en la relación con el Otro. Sin embargo debemos aceptar que el pensamiento ético violentará en su explicación a esta alteridad. La ética occidental otorga una fachada al Otro, pues de esta manera puede explicar el comportamiento moral. El sentido ético no puede pensarse dentro de los márgenes del conocimiento, pues, éste transforma a toda relación en contenidos transables. Lo que se quiere decir es lo siguiente: El conocimiento hace de la relación ética un concepto, lo sitúa dentro de la dimensión ontológica del lenguaje. La ontología será la pregunta por el ¿qué es esto?, siendo la estructura fundamental de toda respuesta, y no olvidemos que la respuesta a una pregunta será siempre algo Dicho. El sentido de la ética no es pensar una respuesta a la inquietud ética- entendiendo a esta inquietud como la experiencia del Otro- , sino que es aceptar el instante en que el Otro me manda a responder por él, siendo este instante una invocación y no un gesto nominativo.
El sentido ético será posible en el lenguaje en tanto ex –presión del Otro, pero no en cuanto concepto, ni signo, ni definiciones y nombres. El sentido del lenguaje es trascender infinitamente sin violentar al Otro. Sólo es caricia y proximidad.
El hecho de aceptar que la inquietud ética nace en el instante en que experiencio la relación con el Otro me sitúa en una relación no violenta. Si pensamos que la violencia es el acto mismo de estar sólo, el rostro desnudo será el fracaso de toda contención[13].
El rostro produce la primera palabra en donde nuestro pensamiento debe callar. Ante esta experiencia el Otro, ajeno a toda certeza, me obliga a responder y aceptar esta lejanía, esta no es una cuestión de conciencia. De esta manera la inquietud ética, como trascendencia a tierra ajena, en el desastre de lo dicho, es un mandato del rostro a no negar su revelación.
“Palabra y mirada, el rostro no está, pues, en el mundo, puesto que abre y excede la totalidad. Por eso marca el límite de todo poder, de toda violencia, y el origen de la ética. En un sentido, el asesinato se dirige siempre al rostro, pero para fallar siempre el intento.”[14]
Lo queramos o no, fuera de todo contenido de nuestra percepción, el rostro está, pero más allá de toda temporalidad ontológica. Este estar me obliga a mantener su Otredad al mismo instante en que no puedo negar su revelación. Derrida, en la cita anterior, lo dice muy lúcidamente; el rostro marca el límite de todo poder, no puedo negarme a él, pues es mandato absoluto sin posibilidad de sustraerme.
El sentido de lo ético es un mandato en la experiencia del Otro pero ¿no es acaso todo mandato una violencia? Creo que no, pues, es un mandato que exige mi responsabilidad.

1.3 NO MATARÁS.[15]
Si toda violencia encuentra su sentido en un estar solo, la donación de silencio se aplicará en donde el Otro me invoca con su mandato. Esta donación se daría bajo la forma de la contención de toda invocación.
Es necesario dejar esto último bien en claro, pues, en el apartado anterior terminamos planteando una interrogante que tenia la pretensión de cuestionar al mandato no-violento, ante lo cual afirmamos este no violentaba al rostro , pues el mandato exige mi responsabilidad. Si afirmo que un mandato no se define en torno a la contención de su Otredad es porque el estar solo no se consuma en ninguna relación, aún cuando se objetive una ética. Esto porque en el instante mismo en que se revela el rostro se demandará, fuera de toda decisión, no negar su existencia. El hecho de que el lenguaje objetivo alcance su límite no significa que más allá de nuestra posesión no exista relación. El sentido del mandato no- violento radica en la imposibilidad de conocer la Otredad y por lo tanto estar obligado a responder en relación. Justo en el momento en que la totalidad es excedida por el rostro estamos obligados a la relación con el Otro. La no violencia será entonces acoger al rostro que se revela en la palabra.[16]
Ahora bien, que no podamos escapar al mandato ético es una cuestión al cual hay que prestar especial atención, pues, el hecho mismo del mandato interpelará a la respuesta que excede a cualquier intención. Toda respuesta, al parecer, se afirma en la voluntad de esta, es decir, “respondo cuando yo quiero y lo que quiero”. La respuesta que suscita el rostro será una que hará explotar a nuestro yo en su salida, será una respuesta que no se puede contener porque es solicitada desde el infinito.
Esta respuesta nos subjetiva en cuanto soy yo responsable de la Otredad del Otro. El rostro se muestra en su denudes –dirá Levinas- y me manda a respetar su extranjería. Justamente en su condición desnuda y expuesta el rostro será tentación de asesinato ¿Qué otra cosa será la fachada que no sea la intención –tentación- de aniquilar al rostro? El Otro es el único ser al que yo puedo querer matar,[17] pero en la incapacidad de sustraerme a su presencia no puedo sino responder al mandato que versa “No matarás”, pues la desnudes será la incapacidad de intención. Se puede matar, realmente se puede matar, pero primero habrá que silenciar el habla del rostro. El rostro habla. Habla en la medida en que es él el que hace posible y comienza todo discurso.[18]
El discurso encuentra su sentido en la significación del rostro, significándose a sí mismo, sin ningún sentido previo, origen de toda respuesta. Es la palabra responsable en la imposibilidad de negar. Será un discurso ético que se habla cuando me encuentro cara a cara con el Otro.
¿Cabe la posibilidad de asesinar al Otro? Claro que sí. En el instante mismo en que nos absorbemos en lo dicho, en que instalamos una fachada. El asesinato es una posibilidad real cuando uno no ha mirado al otro cara a cara[19], cuando dejamos de experienciar la relación y nos quedamos en el conocimiento ético. La responsabilidad que se solicita en el no matarás se escucha desde el rostro expuesto sin ninguna conceptualidad, se hace patente en el discurso. La palabra es el hecho mismo de reconocer en el Otro una lejanía insalvable, el rostro se revela en la palabra[20] como significancia primera y no podemos dejar de responder, es ese el sentido de toda relación ética. No olvidemos que el rostro habla y exige respuesta, es esta la primera significación, una significación que nos mantiene en relación, el decir, el discurso responsable, nos dice Levinas, es amistad y hospitalidad.[21] Expresión que me elige en la responsabilidad. La fachada es asesinato y silencio.














[1] Levinas, Emmanuel. Difícil libertad. Buenos Aires: Lilmod, 2005. Pp 95
[2] Levinas, Emmanuel. Totalidad e Infinito. Salamanca: Sígueme,1995. Pp 57
[3] Op cit. 57.
[4] Agregar nota con respecto a la purezaa….una aclaración…¿¿¿¿¿¿
[5] He aquí un problema muy serio entre escritura y experiencia. Si bien Levinas para salvarse de la totalidad de la conceptualización deberá de aceptar la posibilidad de enfrentar al conocimiento la experiencia ética, esta experiencia se daría en la revelación del rostro. Justamente aquí no puede haber concepto, entonces será necesario pensar lo que se nombra como concepto de rostro. El rostro no es concepto pero el desastre de las palabras al tocar su límite me obliga a utilizar el término concepto para referirme a lo que Levinas utiliza como exterioridad expuesta radicalmente y que esta más allá de cualquier concepto.
[6] Op cit. 207.
[7] Op cit. 207.
[8] Op. Cit. 207.
[9] Op. Cit. 207. Subrayado nuestro.
[10] Ref. Op. Cit.
[11] Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Madrid: La balsa de medusa,2000. Pp 71

[12]Violencia y Metafísica, en: Derrida, Jaques. La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos, 1989. Pp. 149
[13] Desarrollado en el apartado “Violencia y contención” de este mismo estudio.
[14] Op. Cit. Pp 140
[15] Este es el titulo de un apartado del trabajo titulado “Más allá de lo patético” incluido en “Difícil Libertad”. Lo utilizo porque creo que no existe mejor forma de titular un apartado sobre la responsabilidad.
[16] La acogida y la hospitalidad serán trabajados en el segundo capítulo de esta entrada.
[17] Levinas, Emmanuel. Totalidad e Infinito. Salamanca: Sígueme, 1995. Pp 212. El subrayado es nuestro.

[18] Levinas, Emmanuel. Ética e infinito. Madrid: La balsa de medusa,2000. Pp 73
[19] Levinas, Emmanuel. Difícil libertad. Buenos Aires: Lilmod, 2005. Pp 96
[20] Levinas, Emmanuel. Totalidad e Infinito. Salamanca: Sígueme, 1995. Pp 207.
[21] Op. Cit. Pp309-

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