20070227


Hospitalidad, sentido y justicia.

Daniela Rojas
“Incluso la guerra, el rechazo, la xenofobia
implican que tengo que ver con el otro y
que, por consiguiente, ya estoy abierto al
otro. El cierre no es más que una
reacción a una primera apertura”.

[1] Derrida, en entrevista Sobre la Hospitalidad.


Hemos vimos anteriormente, que la separación como relación consigo mismo, implica y se da a partir de un estar en relación previa, es decir me separo en la interioridad de mi casa con el antecedente de que estoy en el mundo, esta separación es necesaria ya que para recibir al Otro como totalmente Otro y poder acogerlo debo reconocer su alteridad radical. La separación es necesaria, ya que el encuentro se bebe producir entre términos (Mismo y Otro) totalmente distintos, en donde no se neutralicen ni se reduzcan mutuamente, para poder abrirme hospitalariamente hasta llegar a se rehén del Otro, en este sentido ser-para-el Otro. Pero, por otro lado, existe el hecho de que no me predisponga nunca a coger hospitalariamente, responsablemente al otro, o sea que mi separación no sea el comienzo, sino que sea el cierre hacia el otro, en donde me mantengo en mi mismidad, en mi identidad negando y conteniendo todo lo diferente a mí.
Ahora bien, el hecho de que nos pongamos a pensar el por qué se produce la guerra, el rechazo, la contención del otro, nos lleva a preguntarnos por el sentido de estos actos, o de estas acciones que sin duda vienen a negar a la alteridad en lo que tiene de infinito en el hecho de tratar de contenerla y abarcarla. Pero si esto es así, al hacernos la pregunta por el sentido de estos actos hay algo que no podemos negar, esto es el hecho de que incluso estos actos, como formas con las cuales me relaciono con la alteridad, implican que tengo que ver con el otro, es decir vienen a corroborar que existe el otro al cual posteriormente trato de comprender violentándolo, incluso estos actos no pueden por, más que traten, olvidar que el primer movimiento es hacia el otro, hacia la exterioridad. Estos actos que violentan al otro no se presentan aquí como condición para asumir la exterioridad[2], como lo es la separación que supone el comienzo hacia una apertura hospitalaria, sino que lo que se trata de resaltar a través de pensar estos actos y la forma con la cual el sujeto se relaciona con el otro, es que incluso en la tematización, en cualquier contención de la alteridad supondría ya un sentido primero, una relación previa, una tendencia primera que es la proximidad innegable de la alteridad, al parecer en el hecho de reconocer esa exterioridad se daría o estaría el sentido de toda relación humana y por ende de la ética.
Estaríamos en disposición hospitalaria en primera instancia pero, ¿por qué dejamos de ser hospitalarios y en este sentido abiertos y nos cerramos conteniendo al otro violentamente?, en otras palabras, ¿por qué si estamos en relación primera en disposición de hospitalidad hacia el otro respondemos negando y conteniendo a la alteridad? El sujeto absorbe al otro en su constante búsqueda de sentido y de afirmación de sí mismo, el pensamiento no para hasta hacer algo desconocido conocido y poder nombrarlo, pero este absorber ya atestiguaría una tendencia se quiera o no hacia el otro, hacia la exterioridad, la búsqueda del sentido por parte del ser ya tendría una dirección, un movimiento, el sentido apunta hacia la anterioridad del otro hombre, como hacia la huella del otro que ya esta , el sujeto incluso tratando de hacer familiar lo desconocido, lo que le perturba va siguiendo la huella que lo precede, incluso en la absorción del otro se reconocería ese primer momento. Podríamos decir que esta es la forma que tiene el sujeto, es la forma que conoce y emplea para relacionarse con la alteridad, forma que occidente conoce y que tiene para responder al otro, occidente se olvidaría del sentido de la relación, del sentido de lo humano, de lo infinito de lo otro, ante esa infinitud se comporta y responde pero negándola, violentándola, dando respuesta como forma y contenido siempre desde su mismidad. Por eso salir del plano de totalidad con la cual se mira y se quiere responder a la presencia del otro, es tener en cuenta la infinitud, incontenible, al Otro en su absolutes, esto no se da parado sólo en la mismidad, en la identidad, sino teniendo en cuenta el plano de la exterioridad, del otro que gracias a su presencia que no termina y que se manifiesta, nos remece y hace que nos cuestionemos, exterioridad que podemos reconocer en el cuestionamiento de la totalización y es en este sentido que decimos que incluso la violencia en la totalidad lleva consigo el hecho de que exista diferencia, alteridad.
Nuevamente esta presencia de la exterioridad nos remite a una pre-originalidad de la relación ética, del Otro que viene a remecer nuestro conocimiento, nuestro estar en el mundo, en este sentido incluso las totalizaciones van a dar ahí, todas ellas encuentran su sentido en la diferencia. Si retomamos el análisis hecho en los apartados anteriores, pensar una paz hospitalaria y una hospitalidad incondicional va más allá de lo que se instaura como leyes de la hospitalidad, apunta a algo previo, nos invita a pensar el sentido que trasciende el antes y el después, que apunta a preguntarse por el motivo incluso, de la promulgación y de la instauración de una ley, y por el sentido de esta, que va más allá de lo que se quiera coaccionar o no, que apunta a un más allá o más acá de toda ley, es decir, el pensar el sentido de que haya ley y hacia que apunta, es lo que nos lleva a pensar el sentido de una ética, la hospitalidad se nos presenta aquí como invitación a pensar el sentido, invitación a pensar una hospitalidad no estática, sino en constante movimiento, movimiento hacia la exterioridad y a reconocer el sentido en ella. Es por esto que anteriormente se proponía pensar un más allá de la política, de la forma y el contenido de una determinada hospitalidad, de una ley, lo que nos invita a pensar y a preguntarnos por el sentido o que es lo que sustenta las políticas y leyes, cual viene a ser el sentido de estas, sentido que apunta hacia la exterioridad, y por ende hacia el reconocimiento del Otro.
Pensar el sentido que apunta a un más allá o a un más acá, no tiene como fin instaurar una ética que rompa con la hospitalidad condicional o con la política de un país, nación, lugar, etc., no se pretende instaurar algo por los mismos, ni por distintos medios[3], esto incluso, lo mencionamos anteriormente, nos lleva a reconocer la posibilidad de una segunda aporía, en donde nos encontramos por un lado con la hospitalidad incondicional y por otro con una hospitalidad condicional, la aporía se daría como pregunta en el hecho de cómo pensar una hospitalidad incondicional sin una ley, o sin una hospitalidad condicional. Esta aporía, como vimos anteriormente, apunta a una antinomia que hay entre ellas mismas (hospitalidad condicional y hospitalidad incondicional), ya que pensar el hecho de una hospitalidad incondicional apunta a algo anterior a la objetividad de la ley, y a que en este sentido no se puede entender la una en la otra, pero también apunta a que no se puede entender la una sin la otra. La aporía sigue estando, pero al parecer la justicia siempre excede la ley, siempre es algo que esta por hacer y esto viene avalar el hecho de que las leyes sean algo que a partir de ciertos acontecimiento se piensen y se promulgan y se deban ir cambiando, el Otro y con el los Otros, el tercero irrumpe y hace tambalear el conocimiento y la ley, pide justicia y responsabilidad, en este sentido la ley incondicional atormenta constantemente las leyes de la hospitalidad[4].
Ahora, por otro lado, no se puede pensar una ética como ley, ya que la ética misma excede toda forma y todo contenido, es más reconocer el sentido de esta es reconocer al Otro como sentido anárquico, pre-original, que viene a remecer, a cuestionar nuestras certezas y de esta manera pide justicia.
Pensar el sentido de toda relación, incluso en la instauración de las leyes que contiene y violentan a la alteridad, es pensar y poner de manifiesto la anterioridad del Otro, sentido y relación que se da antes de toda decisión por parte del sujeto, primero ya estoy en relación y en este sentido elegido y decidido ya por el Otro, si hay decisión viene luego, cuando se quiere dar cuenta de esas alteridad a la cual con contenido silencio y contengo.
En este sentido, podemos decir, que el sentido de la paz primera, de un Bien como el Otro, de una hospitalidad incondicional, de la responsabilidad vienen a ser el sentido de la ética misma, la apertura hacia el Otro da el sentido, la dirección hacia fuera, hacia la exterioridad. El sentido apunta hacia el Otro y hacia él como Bien, Bien al cual no puedo querer no ir. Si reconocemos el sentido por el cual las instituciones se forman como garante de la propiedad privada o con el fin que tengan, nos llevaría indefectiblemente a reconocer al Otro, a reconocer el sentido y a no poder violentarlo.

Forma y trascendencia.
El sentido reclama una dirección hacia el otro, el sujeto ante esto responde ¿Pero cómo lo hace, de qué forma?, al parecer en el cómo atendemos estaría la respuesta, respuesta que se enmarca en una forma, se atiende al llamado de la alteridad pero conteniéndola violentamente, la invitación entonces no es sólo a darse cuenta del sentido de la relación sino también a no responder a esta violentamente, cerrándome y conservándome en la mismidad, el sentido reclama una dirección innegable que es la proximidad del Otro, pero también es una invitación a hacerme responsable por el Otro, ese sentido remite e una paz, a un Bien, a una responsabilidad pre-original, aun Otro y al mandato de él antes de todo dicho que no se pretende instaurar, anterioridad a todo compromiso libre, a toda decisión, que incluso ya estando en la decisión podemos reconocer, es decir incluso para que haya decisión debe haber sentido previo.
El hecho de que haya un sentido y de reconocer este sentido hacia la proximidad del otro hombre, también nos hace pensar en el por qué de la violencia para con este como forma de respuesta. El sentido se presenta aquí como algo que podemos reconocer pre-originalmente, pero el sujeto al momento de responder a esa alteridad primera, en su forma de responder violenta y anula a esa alteridad, no descansando hasta hacerla conocible. Se responde a la alteridad pero con una forma que impongo a la alteridad, y esto es lo que el sujeto constituye y entiendo como primer momento, en donde el sujeto se expone como origen y este origen atiende a una forma y a un contenido que se impone a la alteridad para poder contenerla y abarcarla, habría, entonces, un olvido del sentido pre-original que es pura respuesta pero sin forma, sin decisión. La violencia se daría en la forma y en el contenido de esa forma, en lo que el sujeto diga, en lo dicho y no en lo que el otro pueda decir.
Pero esta forma de identidad se ve cuestionada por la presencia del innegable del Otro, el cual me pide que lo acoja y que me haga responsable por él, mandato al cual yo puedo acceder, pero ¿qué pasa con el que no esta en relación, con un tercero?, al parecer es aquí en o con la aparición de un tercero en la relación donde se produce el conflicto, ¿cómo atender a ambos igualmente?, los dos me piden y me mandan a que los acoja, ambos mandatos son validos. A través de la irrupción del tercero se pide justicia, en este sentido la subjetividad se ve afectada, en donde esta afección es una responsabilidad pre-originaria que atañe al sujeto. La justicia no es entendida aquí como una pena que se aplica, sino como constante cuestionamiento, en este sentido la tarea de responder al llamado del Otro no se resuelve a través de una forma, de un contenido delimitado, sino que hay que responder en un decir constante.
La justicia se da poniendo en cuestión la forma en la cual se esta tratando a otro, a una alteridad, a una nación etc. El tercero viene a hacer justicia, no habría problema en ser hospitalario y responsable con otro, pero si sólo me quedo en esa relación también ahí adviene violencia y puedo caer nuevamente en una relación totalizarte entre ambos términos, en la relación debe devenir el Otro y con él los Otros, el Otro y el prójimo. En el tercero adviene la justicia en cuanto es cuestionamiento, en cuanto hace mover la razón y hace pensar, a través del tercero se pasa a lo concreto de mi relación con el otro;
“El tercero es otro distinto de el prójimo, pero es también otro prójimo, es también un prójimo del Otro y no simplemente su semejante… Es por si mismo límite de la responsabilidad, nacimiento de la cuestión: ¿qué debemos hacer con justicia? Cuestión de conciencia”[5].
Al aparecer occidente se mueve en la pregunta por el sentido, pero un sentido que se responde el mismo, occidente es mismidad y desde aquí da respuesta, Emmanuel Lévinas no pretende pensar una ética, que se instale sino pensar el sentido de de esta, sentido que apunta hacia el reconocimiento de la exterioridad que manifiesta la realidad de lo Otro que se encuentra fuera - en el exterior – de aquello que pueda ser comprendido en conceptos o categorías. Lévinas quiere pensar este sentido y reconocerlo como tal, la forma con la cual occidente se enfrenta a esa exterioridad no nos sirve ya que violenta al otro y lo limita. En este sentido podemos decir que el sujeto se encuentra con el sentido y lo captura dándole forma, reconocer el sentido no sería preguntarse por la forma sino por el sentido del sentido. Occidente se queda en la mismidad, por eso Lévinas recurre a sus raíces judaicas para poder encontrar el sentido, occidente con su forma no atiende al sentido. En este sentido occidente por sí sólo no puede ser origen, ya que se queda en la pura presencia, en la pura forma, en donde el otro queda relegado a una forma que le dice lo que es:
“Lévinas sostiene que, cautiva de su origen griego, la metafísica ha ordenado el pensamiento siguiendo la lógica de lo Mismo, el primado de la sustancia y de la identidad… Es necesario, entonces, bascular un pensamiento hacia un origen diferente, un origen no griego, que proponga una apertura radical y primera al Otro, ontológicamente anterior a la constitución de la identidad. Es en la tradición judaica que Lévinas encuentra el punto de apoyo de semejante basculación. Lo que nombra la Ley (en el sentido a la vez inmemorial y efectivo que toma la Ley judía) es precisamente la anterioridad fundadora en el ser-que-precede-a-lo-Mismo, de la ética de la relación al Otro, con respecto al pensamiento teórico, concebido como señalamiento “objetivo” de las regularidades y de las identidades. En efecto, la Ley no me dice lo que es, sino qué es lo que impone la existencia de los otros. Se podría oponer la Ley (del Otro) a las leyes (de lo real)”[6].
Haciendo referencia a este ultima cita de Badieu, Lévinas apunta a sumirse proféticamente a la ley de la alteridad fundadora, al otro como sentido. Para esto recurre al judaísmo. Pero por Otro lado la sensibilidad humana que contiene la ética y el sentido de esta, se resiste a una utilización partidista de la reflexión que exija el sacrificio de una de las partes, en este caso de lo propiamente griego. Pero también es necesario pensar desde un sitio, la reflexión sobre el sentido de la ética no apuntaría a un pensamiento aséptico, y es este el aspecto de la reflexión el que nos descubre el papel fundamental del judaísmo en el pensamiento levinasiano, por cuanto pone de manifiesto una modalidad autentica de relación con la verdad que no se reduce al conocimiento del ser por la conciencia. Lévinas apunta a esto ya que si se quiere dar un sentido a la manifestación de la alteridad, se hace necesario salir del ser, de la ontología, en otras palabras oxigenar el ambiente en donde se ha encerrado una filosofía que se vale por si misma para dar significado a todo y justificarlo todo, poniéndose como origen y sentido. Para Lévinas pensar el sentido de una ética y todo lo que implica el reconocimiento de la exterioridad, la hospitalidad y responsabilidad por el Otro se pude ver puesta de manifiesto en el la Biblia, y todo el espíritu de la Biblia judía estaría en reconocer la primacía del sentido de la Ley que significa y se da a partir de la relación y de la praxis humana, en donde la relación con lo divino, con lo infinito se daría en la experiencia terrenal: “La alteridad de Dios no es un trasmundo y no se impone de manera triunfante o imperialista; se inscribe solamente en el humilde aunque imperativo llamado del prójimo que nos perturba y nos provoca que nos salgamos de nosotros mismos”[7].
Para Lévinas nos entendemos mediante la lengua griega, por eso se hace fundamental que estas reminiscencias que entrega la Biblia que no son rigurosamente intelectuales sean traducidas al griego, para poder entregarlas y ponerlas a disposición para el que quiera oír ese mandato y acudir al llamado.
Desde esta perspectiva judía Lévinas propone entender el inicio de una filosofía, de una ética como apertura a la trascendencia del Otro, en donde el Otro, y para los judíos la “Ley Otro vele absolutamente y por sí misma, lleva dentro de sí todas las riquezas posibles de sentido”[8], frente al pensamiento en donde la filosofía se instaura dentro de los limites del ser o como dría Livianas, en el marco de un ateísmo, entendido como donación de sentido desde el interior del sujeto, pura inmanencia sin acudir al afuera, a la exterioridad de lo otro. Desde aquí también trata también de encontrar el “origen” o el “pre-origen” del significado en el más allá del ser. A través de la apertura hacia el Otro y hacia su trascendencia, se intente subvertir la referencia a la identidad, a la autonomía, a la libertad y a la inmanencia como detentadores de la ultimidad de la significación. Para Lévinas el judaísmo pone de relieve lo absoluto de la trascendencia de lo Otro, irreducible a cualquier determinación y esté “de otro modo que ser”, “de otro modo que el conocimiento griego, occidental”, nos aporta y nos permite contrastar. En este sentido, Lévinas quiere poner de manifiesto que la posibilidad general e ilimitada de cualquier cuestionamiento a de encuadrarse en la pregunta previa que apunta ala legitimidad de dicho cuestionamiento, ya que lo priimero no es la conciencia del cuestionamiento, sino, justamente el cuestionamiento de la conciencia ante el Otro, que es ya un asunto moral, que apunta al sentido de la ética. Justamente el sentido moral, el sentido hacia el otro por el cual se produce este cuestionamiento hace despertar al logos griego del ensimismamiento autístico de su propio sueño.
Para Lévinas no se trata de optar por el judaísmo o por la tradición filosófica griega occidental, sino que se trata de ambas juntas, mismidades que reconozcan el sentido de estar en el mundo y en relación con otras culturas, naciones, etc., en este sentido no se trata de excluir, no es Cesar o David, sino que ambos, en la medida en que estén abiertos al llamado del Otro, en este sentido decimos o nos referimos a “la casa con las puertas y ventanas abiertas” al otro y a su llamado renunciando al deseo ver y privilegiando el escuchar al Otro, el oír su mandato. Imponer otro pensamiento aunque sea de la mano del judaísmo es volver a tomar el camino y la forma violenta que justamente se quiere evitar, es por eso entones que el mismo Lévinas comenta; “Mi tarea no es construir la ética; intento tan sólo buscar su sentido”[9], la búsqueda de este sentido lo hace cuestionar la identidad no se presta atención a ese sentido pre-original, cuestionamiento que me orienta hacia otro modo que ser, hacia otro modo que el conocimiento, a estar abiertos a esa exterioridad que me hace salir de la totalidad y que clama constantemente justicia.
[1] Derrida, Jacques. Entrevista sobre la hospitalidad, publicada en ¡Palabra!

[2] Si esto fuera así estaríamos reconociendo una aporía como el cruce indecidible de los caminos, en este caso la aporía apuntaría a pensar de que para poder darme cuenta de una hospitalidad no violenta tendría que cerrarme violentamente.
[3] Nos referimos a la forma, a la manera con la cual se instala la identidad a partir de la contención violenta del otro, identidad que se pretende origen y donador de sentido.
[4] “Por eso la distinción que de entrada Derrida expone entre La Ley de la hospitalidad incondicional y las leyes de la hospitalidad es primordial. Porque la hospitalidad incondicional amenaza a una sociedad que ha encontrado en la transparencia un medio de totalizar el poder fragmentando la responsabilidad. Sin embargo, esa Ley de la hospitalidad debe seguir siendo pensada, como una imantación que “atormenta” la quietud de las leyes de la hospitalidad”. Dufourmantelle, Anne. Invitación, en La Hospitalidad de Jacques Derrida. Buenos Aires: Ediciones Flor, 2000. Pág. 66 y 68.
[5] Lévinas, Emmanuel. De otro modo que ser o más allá de la esencia. Salamanca: Ediciones Sígueme S.A., 1987. Pág. 236.
[6] Badiou, Alain. La ética. Ensayo sobre la conciencia del mal. Pág. 16
[7]Guibal, Francis. Fenomenología, Ontología, Metafísica. E.Lévinas en el espacio filosófico contemporáneo. Santiago: LOM Ediciones, 2005. Pág. 228
[8] Op. Cit. Pág. 229.

[9] Lévinas, Emmanuel. Ética y infinito. Madrid: La balsa de la medusa, 2000. Pág.76

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